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Tres décadas después de la llegada de las primeras pateras a España desde Marruecos, -a mediados de los 80 a las costas andaluzas y en 1994 a Canarias- la inmigración marítima se ha convertido en uno de los mayores dramas humanitarios de Europa y del mundo. También en una de las peores crisis políticas y sociales del continente, donde casi un millón de inmigrantes (972.500) llegaron por mar solo el pasado año, frente a los apenas 35.000 que lo hicieron desde Turquía.

La cifra es cuatro veces superior a la de 2014, cuando 216.000 personas entraron irregularmente en la UE, lo que supone uno de los dramas más importante desde la II Guerra Mundial que llego a generar entre 12 y 14 millones de desplazados. Los niños representan un tercio del total de llegadas, muchos de ellos separados de sus familias, que requieren atención y cuidados especiales.

 Frontex, la agencia europea de fronteras, eleva las llegadas a Europa en más de 1,5 millones. Lo peor es el número de desesperados que dejan la vida en la ruta del Mediterráneo, la más peligrosa para inmigrantes y refugiados que huyen de las guerras, la hambruna, la barbarie o la persecución en busca de un futuro mejor en algún lugar del UE. En lo que va de año, son casi 4.000 los muertos o desaparecidos en las duras aguas del mare Nostrum, según los datos aportados por los principales países de acogida como Grecia, España, Italia, Bulgaria, Malta y Chipre.

 Xenofobia institucional

Este gran drama social, político y económico agudizado desde el comienzo del siglo ha tenido un comportamiento desigual -y hasta mezquino- por parte de instituciones y gobiernos que han hecho reverdecer actitudes xenófobas de triste recuerdo. Dirigentes de Estados  como Polonia, Hungría, Bulgaria, Eslovaquia, Chequia o Rumania han alternado la construcción de muros y vallas con el rechazo tajante a las cuotas fijadas para la acogida y el asentamiento por la propia Comisión. Otros como Holanda, Bélgica, y hasta la propia Gran Bretaña tornaron su tradicional política de integración por el fanatismo, hostilidad y nacionalismo más rancio que se pudiera imaginar.

Para bochorno de la vieja Europa, el contraste de semejante realidad lo sigue aportando en países como España e Italia, la sociedad civil, ciudadanos anónimos de toda clase y condición, junto a organismos, asociaciones, multitud de Ongs o personal de fuerzas y cuerpos de seguridad, cuya ayuda se ha volcado para paliar las injusticias y la crueldad que durante años continúa cebándose con miles de desesperados. Son los operativos puestos en  marcha en Canarias hace más de un década.

Canarias, experimento piloto

Voluntarios de Cruz Roja y de Caritas, salvamento marítimo, personal de la Guardia Civil, además de incansables funcionarios y autoridades del Estado coordinaron acciones humanitarias –y lo siguen haciendo hoy- con embarcaciones, helicópteros y rescates para salvar vidas humanas y proporcionar un trato digno y el más elemental respeto a los derechos humanos.

Tan ingente, como a veces anónima actividad, la refleja en una monografía ejemplar del catedrático de Termodinámica, José Segura, que ejerció como Delegado del Gobierno en los años que arribaron al archipielago miles de cayucos procedentes del norte de África (2004-8). El veterano parlamentario -a cuya impronta y fructífera actividad se deben iniciativas de calado en sectores estratégicos como la energía, la navegación o el trasporte aéreo- relata la estrategia y el interés social que generó en aquella época el impulso desde la Administración de un conjunto de actuaciones sin precedentes en España.

Canarias, fue el gran experimento piloto de una ejemplar actuación que hubo de exportar a la península en años posteriores: desde la localización de embarcaciones en el mar, al auxilio colectivo, el equipamiento del SIBE con operativos aeronavales de helicópteros, aviones, patrulleras, remolcadores y buques oceánicos con los que socorrer, auxiliar y ayudar a los desesperados seres humanos a la deriva de la naturaleza, la política y la sociedad.

Barcos chatarreros y Delegado ejemplar

La experiencia de Canarias en esta Inmigración irregular por vía marítima (1) es lo que relata esta publicación que describe  -entre otras cosas- la creación del Centro de Coordinación Regional del archipiélago qué fue ejemplo para Europa en materia de control de fronteras marítimas y coordinación de medios efectivos.

También se describe la larga tramitación de la Unión Europea en la elaboración del Reglamento del Parlamento y del Consejo en 2014 por el que se establecen normas para la vigilancia de las fronteras marítimas exteriores en coordinación con la agencia europea de gestión de fronteras de los Estados miembros de la UE.

Para asombro, desgarro e incredulidad de quienes apenas hace una década se indignaban con los barcos piratas y chatarreros, semi-hundidos con 500 o 600 personas a bordo, hubo un recto servidor público además de ciudadano ejemplar que, desafiando -y desobedeciendo- a su propio Gobierno, ordeno llevar a puerto un buque de triste recuerdo ya desahuciado, en lugar de reenviarlo al mar.

(1) Inmigración irregular por vía marítima. Canarias: una experiencia.

Ediciones Idea. 2016