En su despedida política hace ya dos años, el veterano socialista, Alfonso Guerra, vaticinó la diabólica disyuntiva en caso de que su partido tuviera que decidir la gobernabilidad de España. ‘Si tenemos que apoyar al PP, -decía el otrora alter ego de Felipe González– se romperá el PSOE, si por el contrario tenemos que aliarnos con Podemos, ser romperá España’.
Los dos muñidores de la escena política española en los años 80 y 90 consideran hoy que la cordura debe imponerse para evitar unas terceras elecciones generales. No solo significaría una vergüenza, sino el fracaso de los dirigentes políticos actuales. En tal caso, ni Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias o Albert Rivera tendrían la credibilidad y la decencia necesarias para seguir liderando a sus respectivas formaciones.
La llave de la gobernabilidad
La difícil situación en que los ciudadanos han colocado a los partidos, por segunda vez, obliga a posibilitar un gobierno de mínimos con que restaurar -de manera urgente- la grave situación económica y social que vive el país desde hace años. La fragmentación parlamentaria debe de orillar no solo la intransigencia, también la chulería, el patrioterismo y los peligrosos brindis al sol que no conducen a nada. El fracaso de las negociaciones tiene que dar paso a la acción y a la responsabilidad colectiva, frente a la partidista, activando la política de Estado que debe liderar el partido más votado.
Ironías del destino y de los propios españoles, la llave de la gobernabilidad la tiene ante si el partido Socialista, que debe diferenciar entre la Investidura y el devenir de la duodécima Legislatura. Esta será sin duda el verdadero test del nuevo ejecutivo.
Para liderar la oposición, la formación de Guerra e Iglesias (el genuino) deberá permitir que sus votos enciendan la caldera, independientemente de las chispas o los rayos internos que genere. No hay otra alternativa con la aritmética parlamentaria. De ahí su responsabilidad, que sin duda sabrán ejercerla sus actuales –y divididos- dirigentes para explicarla a la militancia y a la propia sociedad.
Ningún cheque en blanco
Ello no quiere decir que el futuro Gobierno de España deba tener –ni mucho menos- un cheque en blanco. Primero, porque no cuenta con la necesaria mayoría parlamentaria. Segundo, porque el partido más votado -el PP- género en sus cuatro años de mandato la mayor desigualdad y precariedad desde la dictadura de Franco. En tercer lugar, por la actitud de desprecio a toda la oposición y el ordeno y mando en la forma de gobernar por la vía del decreto. Cuarto, porque su líder y candidato, Mariano Rajoy, ha tolerado el mayor número de casos de corrupción desde la democracia. Por último, y no de menor relevancia, porque el previsible continuador al frente del Gobierno sigue provocando el rechazo incluso en el seno de su propia formación.
Contra el rodillo, mas parlamentarismo
El fracaso del PSOE, Podemos y Ciudadanos, e incluso el de los nacionalistas vascos y canarios, no debe traducirse en un veto permanente. ¡Allá el independentismo echado al monte! Mejor debe dar paso al juego de las mayorías y las minorías parlamentarias, las mismas que se olvidan –y se oxidan- con el rodillo del absolutismo legislativo. La ausencia de mayorías debe activar el pacto, los acuerdos y la negociación del buen parlamentarismo.
La práctica de la democracia parlamentaria permitirá corregir, entre otras cosas, una deuda galopante –la mayor de nuestra historia-, el déficit desbocado que provocara la primera sanción por parte de Europa-, o el hundimiento de la hucha de las pensiones como consecuencia de una política de trilerismo cortoplacista generada implantando salarios de miseria para impulsar la productividad.
No hace falta recordar que la mitad más uno de la Cámara baja, 176 escaños, está de acuerdo en sacar adelante otras medidas como el Pacto por la Educación, la recuperación de la Sanidad universal, la contrarreforma del mercado laboral, la reforma Electoral, un Plan de Emergencia Social para resarcir a las familias en situación de exclusión, apuntalar la Financiación Autonómica, la Reforma fiscal, el mantenimiento del Estado de Bienestar, la reactivación de la Ley de Dependencia, la Reforma de la Constitución y el fin de la ley mordaza.
Muy bien uis Carlos. Creo que hay que seguir en esa línea. Un abrazo
Muy de acuerdo, Que el PSOE se abstenga supone aceptar la decisión de las urnas.
Abierta la Legislatura no debe pasar ni una q deteriore derechos.
Es decir, lo primero no tiene nada q ver con lo segundo ni evitará una Lebgisñatura corta y de los cuchillos largos